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¿Quién ha ganado? ¿Te has divertido? Dos preguntas muy distintas. Con la segunda debería empezar algo tan sencillo y fácil como es interesarnos por la diversión de nuestros hijos en el deporte. Pero, hoy por hoy, se está olvidando; en cambio, la primera pregunta estamos cansados de escucharla continuamente. De una manera indirecta, ya estamos presionando, fomentando resultados y competitividad a la vez de estar facilitando emociones negativas.

Aquí es donde quiero nombrar el “miedo”, ese enemigo de miles de deportistas, concretamente de futbolistas con quienes yo trabajo, un lastre que cargan muchos de ellos independientemente de la edad que tengan.

La relación que tanto padres como entrenadores y directivos mantienen directa o indirectamente con los niños es fundamental para generar entusiasmo y motivación por la práctica deportiva, pero todo lo contrario cuando la herramienta utilizada es la presión, la cual facilita que aparezca el miedo, la ansiedad y el abandono de la misma.

La presión que tienen hoy en día los deportistas de categorías base se quiere parecer cada vez más a la de un equipo de Primera División; se presiona con los resultados, con el ganar como único objetivo, la afición responde con la misma ansiedad que si viera un partido profesional, con que su hijo es mejor que el otro, con que si es preciso meter una patada para salir airoso de la jugada está permitido y nos encontramos con padres y entrenadores que además los motivan.

Me pregunto ¿Y el esfuerzo? ¿Alguien se acuerda de él? Un valor tan bonito y tan enriquecedor que a día de hoy pasa desapercibido en muchos clubes de fútbol base, cuando debería de ser el principal objetivo.

¿Por qué no les dejamos crecer? No tiene sentido acelerar y poner en peligro el proceso de formación de sus hijos. En la vida a medida que crecemos, todo se acaba convirtiendo en una competición: sacar buenas notas para elegir carrera en la universidad, puestos de trabajo, dinero… Ya tendrán tiempo para competir.

Lo mejor para estas etapas es que puedan disfrutar con tranquilidad del deporte que ellos han elegido y sin presión de ningún tipo, dejando que poco a poco sean ellos los que decidan. También hay padres y entrenadores que los animan, los apoyan y que no le dan importancia a los resultados. Solamente les interesa que sean felices, que adquiera unos hábitos saludables, que respete a sus compañeros, a los rivales, al árbitro y a su entrenador. Aunque sean los menos, yo les animo para que sigan apoyando o a sus hijos, estando siempre cerca de ellos, elijan el deporte que elijan. Lo importante es que disfruten practicando deporte y de algo tan bonito como el fútbol y no olvidarnos de que ¡los valores también juegan!

El cortoplacismo. Un nuevo concepto que define nuestra manera de actuar y que va más allá de un campo de fútbol. Pensar en la inmediatez, en el consumo compulsivo, en el hoy y ahora… Ideas todas ellas hijas de nuestro tiempo y que, obviamente, no escapan del fútbol. El cortoplacismo es malicioso y común en la élite, pero es todavía más dañino cuando nos referimos al fútbol base. Puede llegar a resultar entendible que un club de fútbol de primer nivel, en el que en juego pueda haber muchos millones, intereses o sentimientos entrelazados, se deje llevar a la hora de tomar decisiones y priorice la inmediatez. Pero esa forma de actuar nunca se puede extrapolar al fútbol base.

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Lo importante a cortas edades no es el resultado ni el título obtenido, sino el proceso y la capacidad que tienen los niños/as para absorber conocimientos, entender el juego y empaparse de una ética correcta. Eso nos condiciona a la hora de tomar decisiones y nos mete en un círculo virtuoso en el que el entrenador y sus intereses están en medio del proceso. ¿Cómo un técnico puede pensar a largo plazo si solo estará un año con esos jugadores? ¿Cómo un entrenador puede poner en juego la victoria priorizando la formación?El entrenador debe hacer un esfuerzo ético, nadar en ocasiones a contracorriente pero ser íntegro. Intentaremos mostrar algunas pequeñas reflexiones para lograrlo y no dejarse llevar por la tendencia del cortoplacismo.

 

1. La enseñanza de la escuela: Tampoco pondremos la educación actual como el paradigma de la enseñanza, pero sí que pueden haber paralelismos que podemos aprovechar. De la misma manera que cuando íbamos a la escuela había un proceso de aprendizaje o un programa a seguir (más o menos acertado), lo mismo debe haber en tu club de fútbol. El entrenador, como hacía el profesor, deberá aplicar los conceptos que toquen ese curso, priorizando que todo el grupo los aprenda, adaptándose claro está a cada jugador, dejando de lado si los resultados salen como esperas o no. Lo importante es llegar a junio y que el mayor números de chicos hayan aprendido y entendido lo que tocaba.

 

2. El carácter del niño: Convendremos todos en que los niños forjan su carácter desde bien pequeños. Es necesario tener con ellos una actitud ética y coherente, porque a muy temprana edad pueden entender ya que en nuestras actitudes cotidianas falta la integridad. ¿A qué nos referimos? Muy sencillo. El entrenador puede estar toda la semana o todos los entrenamientos insistiendo en una serie de pautas o conceptos que luego, en medio del partido, los cambia para poder ganarlo. Es la mayor de las contradicciones. Estamos, como aquel diría y perdonen la expresión, vendiendo nuestra alma al diablo. Nos hemos vendido nuevamente al cortoplacismo.

 

3. Otros deportes: Un nadador o atleta se pasa media carrera deportiva aprendiendo la técnica de su deporte y la otra potenciando sus cualidades y mejorando año tras año con el objetivo de nadar o correr unas centésimas más rápido. En ningún momento ponen en juego su técnica o sus capacidades por una victoria. No puede haber deportes tan académicos y de un ejemplo tan claro. Hay una meta que no se puede mover ni adelantar, y hay un proceso por el que todos tenemos que pasar. La meta es lo importante y para alcanzarla hay que seguir todo el proceso, sin interferencias, sin cortoplacismos. Pan para hoy y hambre para mañana.

 

4. Recompensa en el futuro: Cuando ganas todos es maravilloso. Te crees el mejor entrenador, una especie de estagirita que ha hecho milagros con esos jugadores. Es muy probable que, para obtener esa Copa, hayas enterrado tus valores íntegros, hayas sometido a tu equipo en un cortoplacismo dañino que, años después, relucirá tanto futbolística como humanamente: jugadores no que no aceptan la derrota, otros que se precipitan cuando el resultado no es favorable o, peor aún, que dejan el fútbol porque no han  crecido con esa integridad y no han forjado un carácter deportivo adecuado. Casos como estos hay muchos. ¿Cuántos jugadores de los que has entrenado tienen una actitud deportiva correcta y han desarrollado todas sus capacidades? Haz un día esta reflexión.

 

Podríamos seguir enumerando ideas, reflexiones, pero creemos que la idea hay quedado clara. Tú decides si seguir siendo un cortoplacista o no. Será tu forma de entender este deporte y la vida.